miércoles, 5 de diciembre de 2012

Particularidades litúrgicas del Tiempo de Adviento




 El Tiempo de Adviento, propio de la liturgia romana, es uno de los tiempos llamados "fuertes" del Año Litúrgico (junto con el de Cuaresma y el de Pascua. -El de Navidad podría considerarse "semi-fuerte" por razones que esgrimiré en alguna entrada ulterior-).
Las dos solemnidades litúrgicas más importantes son las de Pascua y Navidad. Por serlo, requieren de una especial preparación. Es la razón de ser de los "tiempos extraordinarios" que les preceden, a saber, Cuaresma y Adviento, respectivamente. Este último consta de un máximo de cuatro semanas. La última a menudo suele ser incompleta. Comienza el domingo más proximo a la festividad del apóstol San Andrés (30/11), y concluye al aterdecer del 24 de diciembre, antes de las primeras vísperas de la solemnidad del Natalicio de nuestro Señor Jesucristo.
El Adviento, de acuerdo con la normativa litúrgica vigente, ya no es tanto un tiempo penitencial propiamente dicho, como llegó a serlo en tiempos pasados, cuanto un tiempo de esperanza, de gozo y de santa ansiedad.


Consta de dos etapas, claramente identificables:

-La primera, que se extiende desde las primeras vísperas del primer domingo hasta el día 16 de diciembre inclusive.
En esta etapa la Madre Iglesia nos invita a meditar sobre la Parusía de nuestro Señor, sobre la caducidad de los bienes terrenos y la fugacidad de nuestras vidas. Tiene un marcado carácter escatológico, el cual ya ha tenido su pórtico en la última semana del Tiempo Ordinario, también ella de matiz netamente escatológico.


-La segunda, la más importante, se extiende desde el día 17 de diciembre hasta el atardecer del 24. En ella la Iglesia nos exhorta a meditar sobre los acontecimientos que precedieron inmediatamente a la primera Venida del Señor según la carne. La liturgia de las Horas llama a esta etapa "la semana santa de Navidad". En efecto, los días comprendidos entre el 17 y el 24 de diciembre son de santa expectación, de alegre espera, sentimientos tanto más intensos cuanto más inminente se hace la llegada de la Navidad.
En esta etapa se rezan (o mejor, se cantan) las más que célebres Antífonas "O", que son apremiantes llamamientos al Mesías que llega, tomados de títulos bíblicos. En la Liturgia de las Horas constituyen las antífonas propias del Cántico evangélico del Magníficat, en tanto que en la Misa, se han integrado para ser cantados en los versículos antes del Evangelio.
Estos días que van del 17 al 24 de diciembre se consideran "ferias privilegiadas", como así también los días de la semana que le sigue, hasta el 31. Las memorias de los santos pueden celebrarse solamente en forma simplificada. Son las llamadas Conmemoraciones, concepto litúrgico al que hace unos meses dediqué una entrada de este mismo blog.

Los domingos
Los domingos de Adviento son cuatro:
El primero es marcadamente escatológico, puesto que pone a nuestra consideración los "novísimos" o "postrimerías", es decir las llamadas "realidades últimas" del hombre (muerte, juicio, infierno y gloria).
El segundo nos presenta la egregia figura de San Juan Bautista, el Precursor del Señor, y nos hace escuchar de sus labios el siempre actual llamado a la conversión y el anuncio de que el Reino de Dios está entre nosotros en la Persona misma del Mesías que viene.
El tercero es el llamado domingo Gaudete, todo él una invitación y un cántico a la alegría por la proximidad de la Navidad. (En una entrada próxima me referiré más explícitamente a las peculiaridades de este singular domingo).
El cuarto domingo es de señalado carácter mariano. Contemplamos a la Virgen Madre que aguarda con entrañable amor el Nacimiento del Salvador que aún lleva en su seno virginal.


La Inmaculada Concepción

Es la solemnidad por excelencia del Tiempo de Adviento. Siempre cercana al segundo domingo, -u ocurrente con él, en cuyo caso es trasladada, (como sucederá en 2013)-, nos presenta a María, preservada de toda mancha desde el primer instante de su existencia en el seno de la santa madre Ana.
Al celebrar esta solemnidad en un tiempo tan particular como el de Adviento la liturgia nos hace contemplar, más allá de la divergencia cronológica de estos dos Misterios, la Inmaculada Concepción de la Madre a la luz de la del Hijo, cuya Encarnación es la razón de ser de aquella prerrogativa mariana jamás concedida a criatura alguna sobre la Tierra.


La Corona de Adviento:

Originaria de costumbres paganas en países nórdicos, debo aclarar que la Corona de Adviento no es un signo estrictamente litúrgico. Sin embargo, la misma liturgia, al "cristianizarla", la ha asumido (facultativamente, por supuesto), introduciéndola o en los ritos iniciales de la Misa o al comienzo del rezo de la Liturgia de las Horas.
La Corona consta de ramos verdes (deben evitarse las flores) y de cuatro cirios, que van encendiéndose progresivamente en cada uno de los domingos. Es un modo de evocar el misterio de un mundo en tinieblas, que a lo largo de generaciones y generaciones aguardaba al Mesías prometido, que traería la salvación a los hombres. A medida que se acercaba la plenitud de los tiempos, la espera del Salvador era como una luz que se acrecentaba y que era prenda y anticipo de los tiempos nuevos anunciados por los profetas. Todo esto quiere significar el gradual encendido de los cirios. Suelen ser tres morados y uno rosado, que se enciende en el domingo Gaudete, al que aludimos más arriba.
Hay quienes en la Nochebuena, queriendo significar el cumplimiento de la promesa de la Venida del Mesías, suelen colocar una quinta vela en el centro de la Corona, de color blanco. Puede ser significativo, pero se aparta de lo que siempre ha sido la Corona en sí, con solamente cuatro cirios. Para expresar la Presencia del Mesías no parece más elocuente ese cirio blanco que la venerable imagen del Niño que, recién esa Noche se coloca en el pesebre ya armado unas semanas antes.
La forma circular propia de cualquier corona (aunque no siempre se respete), simboliza la eternidad de un Dios que, siendo indulgente ante nuestra constantemente renovada caída en pecado, por puro amor, irrumpe en nuestra historia para purificarnos de toda mancha e invitarnos a compartir su gloria, constituyéndonos hijos y herederos.


El himno Gloria in excelsis Deo


Este himno se omite durante el Adviento, salvo en las fiestas y solemnidades litúrgicas. La liturgia actual nos explica que el motivo de tal omisión, difiere de la razón por la cual el mismo himno también se omite en Cuaresma. De hecho, este último tiempo, al ser de carácter estrictamente penitencial, excluye el Gloria.
En Adviento, en cambio, se omite por el hecho de que esta aclamación fue cantada por los mismos ángeles solamente cuando se cumplió el tiempo y Dios envió a su Hijo al mundo, esto es, en la santísima Noche de Navidad, y no antes. Y como el Adviento hace memoria justamente de "este antes", parece oportuno reservar el Gloria para entonarlo con renovado fervor y con perenne actualidad, en la Nochebuena, como expresión de que el Mesías, por la gracia, sigue "naciendo" en nuestras almas.


La Liturgia de la Palabra


Durante el Adviento se leen la profecías que se refieren a la salvación prometida por Dios a su pueblo. Se proclaman también las cartas paulinas que tratan temas como el de la conversión, la esperanza y la alegre espera.
En las ferias predominan las páginas evangélicas de Mateo en la primera etapa, y de Lucas en la segunda.
Las figuras bíblicas más representativas de este bendito tiempo son la Santísima Virgen, el arcángel San Gabriel, San José, San Juan Bautista, el santo patriarca Abraham y el santo profeta Isaías.


Los textos eucológicos


-Hay un Saludo inicial propio de este tiempo.
-Cada domingo y cada feria tiene su oración colecta, sobre las ofrendas y de después de la Comunión propias.
-Hay cuatro tradicionales Prefacios de Adviento, relacionados con las temáticas respectivas de cada etapa. El cuarto, netamente mariano, se llama "La Nueva Eva".
Algunos países, con la previa aprobación de la Santa Sede, han incorporado un quinto Prefacio para usar durante este tiempo.
-Hay también una Bendición solemne de Adviento en el Misal.

El color litúrgico

El color litúrgico propio del Adviento es el morado, que expresa el recogimiento necesario para una piadosa espera del Mesías. Se exceptúan el Domingo III, en que se usan ornamentos rosados, como así también las memorias, fiestas y solemnidades de la primera etapa de este tiempo, y las fiestas y solemnidades de la segunda.

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